Antes de coger el coche voy a colgar una página de la tercera parte (si me leeis alguna vez ya sabreis que está completamente dibujada, entintada y coloreada...) de esas que no tienen mucho misterio.
Sabemos que el protagonista se encuentra "prisionero" en una bodega Dios-sabe-donde (yo se dónde) mientras un personaje le cuenta las tonterías que ha hecho.
Que ha hecho el prota, claro.
En un principio, cuando imaginé la historia por primera vez, este personaje no era ninguna sorpresa. Su cara aparecía en la bodega desde "el minuto cero". Despues pensé en apoyarme en el montaje para hacer más atractiva la lectura final... y decidí esconder su cara.
La verdad es que no es sorpresa. Hay pocos personajes en la historia. La verdadera sorpresa es la historia que cuenta. Me he convencido de que ocultar su cara corresponde, precisamente, al flujo de la historia que cuenta.
Mientras el personaje representa un papel su cara es visible... y mientras te desvela su pasado... su cara desvanece ya que se está "fromando" de nuevo. Estamos conociendo a "otra persona".
El formato conversación (4 viñetas horizontales), la expresividad y los gestos deben contar tanto o más que las palabras que formarán "los bocadillos".
Para comparar, aqui están los grises originales montados sobre la tinta. Más adelante, los grises "finales".
En la etapa de color añado el fondo que, junto con la ubicación de la persona en la viñeta, define si la acción es "comienzo" o "final" de cada frase.
Un problema que me encuentro al pasar a escala de grises es mantener "las manchas de sangre" de la camisa.
Posiblemente deba evidenciarlas usando manchas más icínicas (aunque irreales).
Y, sobre estas lineas, la página final a color.
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